La Feria Internacional del Libro de Lima (FIL) está de vuelta y sus cuestionamientos también. En uno de los puestos de una de las cadenas de librerías más populares del país, un personal de seguridad porta una camiseta negra con una frase que dice “con un ojo leo mi libro y con el otro te vigilo”.
Este verso podría describir la precariedad y explotación laboral que ocurre dentro del toldo rojo intelectual que cada año reúne a escritores y escritoras (también libreros, guardias, vendedores, personal de limpieza, etc.).
Los libros obviamente son los protagonistas de este evento anual limeño, sobrevalorados o infravalorados, lights o robustos, faranduleros o cultos, ‘Mi bebito fiu fiu’ o ‘Trilce’, todos comparten el mismo stand y están a la espera de ser comprados por el público.
Sin embargo, los libros no llegan por arte de magia al lector, ya que detrás de ellos, hay un ser humano intentando mover, vender y promocionar el best seller, sin importar estar de pie más de diez horas ininterrumpidas al día.
Winston (20), quien prefiere no revelar su nombre, dice que detesta la FIL por todo lo que representa (machista, argollera, elitista, racista, clasista, explotadora, etc), pero que igual está aquí trabajando en el stand de una cadena de librerías para sacar algo para sus pasajes y estudios universitarios.
“¡No podíamos ni ir a orinar!”, exclama. Winston dice que antes de que la feria se abra al público, no funcionaban los servicios higiénicos portátiles. Y si quería miccionar, pese a estar registrando y ordenando la mercadería por horas, debía irse a los restaurantes aledaños o al mismísimo Hospital Rebagliati, el cual queda a metros de la feria.
A la hora del almuerzo, Winston tiene que comer en menos de media hora para seguir vendiendo (y si es un día festivo como el 28 de julio, en menos tiempo). Incluso alguno de sus compañeros tuvo que comer detrás del mostrador para seguir trabajando y no alejarse de su puesto.
Además, no hay comedor, hay un espacio escondido, estrecho e improvisado en donde el personal tiene que arreglárselas para comer. No había microondas para calentar la comida, pero luego colocaron uno, gracias a la presión de los trabajadores. Hay que remarcar que esta área estaba tan oculta que algunos miembros del personal no sabían de su existencia.
Winston indica que no ha firmado ningún contrato, como muchos de sus compañeros, es decir, no están en planilla, no tienen un seguro médico, Compensación por Tiempo de Servicios (CTS) o AFP.
Tuvo que cargar cajas pesadas de casi 10 kilos, fue parte del montaje y lo será también del desmontaje de los muebles. Al día gana S/ 60, y trabaja de 10 a. m. a 10 p. m.
En años anteriores (incluyendo la prepandemia de la Covid-19), se han realizado denuncias laborales contra la FIL. Maltratos de escritores de renombre hacia el personal, editores generales que solo velan por la mercancía, enfermedades o lesiones ocultas, etc.
Mataperrea consultó a la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil), si es que se había emitido alguna orden de inspección, pero no estaban enterados de las denuncias que incluso se habían reportado en redes sociales.
Es necesario recordar que cada año la Cámara Peruana del Libro (CPL), el gremio empresarial de este sector, celebra los récords históricos en ventas. Solo en el 2019, la FIL totalizó más de S/ 20 millones, es decir, 5% más que la edición anterior. Hay que remarcar que estas cifras son de las ferias con presencialidad. ¿Por qué eso no se traduce en mejores derechos laborales?
A propósito de que México será el país invitado a la FIL-Lima 2023, una exvendedora de Jalisco, a quien llamaremos Julia (28), narra su experiencia en la FIL-Guadalajara.
En el 2019, un año después de egresar de la universidad, Julia empezó a trabajar en una editorial independiente (Paraíso Perdido). Al principio todo le parecía mágico, porque era algo que siempre había añorado.
“No me importaba que mi jefe me escribiera a todas horas (aun cuando ya estaba en mi hora de salida), no me importaba llevar montones de trabajo a casa, trabajar horas extras sin que me las pagaran, porque yo lo sentía como una oportunidad”, explica.
Julia señala que no se dio cuenta de los tratos abusivos hasta que ella y sus colegas fueron obligados a cubrir jornadas completas de trabajo en la FIL-Guadalajara.
Durante esos días, se dio cuenta que no solamente estaban abusando de ella y sus compañeros, porque tuvo oportunidad de conocer testimonios de empleados de otros stands.
Muchos de ellos venían de otras ciudades, tenían turnos de 7:00 a. m. 10:00 p. m., sin permisos para ir al baño, comer, sentarse o descansar, y unos sueldos irrisorios.
“Recuerdo la impotencia y la tristeza que sentí aquellos días, sin permisos para descansar o ir al baño, viendo todo ese flujo de dinero a sabiendas de que yo no me beneficiaría en absoluto de él, a pesar de mi esfuerzo y mi cansancio”, comenta Julia.
El editor y sus socios le exigieron que, al mismo tiempo que atendía en el stand, organizara (junto con sus compañeros) una fiesta de clausura por el fin de feria, de la que por supuesto solo disfrutaron editores, socios, escritores y demás personas importantes del medio.
El sueldo no significó realmente nada, tomando en cuenta que tuvo que cubrir sus propios gastos de traslado (taxis, transporte público, gasolina, estacionamiento) y sus propios alimentos. Al concluir la FIL-Guadalajara terminó ganando cero pesos por un trabajo a tiempo completo.
“El último día de feria me sentí aliviada de que hubiera acabado, me dolía todo el cuerpo por pasar todo el día de pie, sin tener un descanso en nueve días continuos, pero para mi sorpresa el editor me dijo que era obligatorio ir al día siguiente (un día más) a primera hora para estar al pendiente del desmontaje del stand”, indica Julia.
Ese día nadie se lo pagó. El salario se lo pagaron tres semanas después de la feria. No recibieron ningún beneficio adicional pese a ser fin de año.
Al siguiente año, la editorial quiso «contratarla» porque «estaban muy felices con su desempeño», pero los beneficios eran mediocres. Lo rechazó, dio las gracias y se fue.
Este año salió una denuncia pública de una de sus excompañeras de trabajo donde señala el acoso y la explotación laboral por parte de su exjefe, Antonio Marts.
“Los libros y la literatura son hermosos cuando ignoramos todo el sistema de abuso que existe de fondo. Es importante que las personas seamos conscientes de esos maltratos y rompamos el patrón. Todos los trabajadores, sin importar nuestra área, merecemos sueldos y tratos dignos, merecemos seguridad social y que se nos reconozca nuestro desempeño”, manifiesta Julia.
La gran precariedad laboral en la industria del libro rebasa las fronteras y no es tan distinta. Los derechos laborales están ausentes en la fiesta literaria más grande del Perú.
Y, hay que puntualizar, que esto es solo una parte del gran abuso laboral en este sector.
Arturo, librero que fue despedido por exigir un vaso de agua
Arturo, quien prefirió ocultar su identidad para no sufrir repercusiones, trabajó en la FIL-Lima, específicamente en el stand 57, en la Librería Lancom, empresa dedicada a la distribución, publicación, venta minorista y mayorista de libros.
Lancom es parte de la Cámara Peruana del Libro (CPL), organizadora de la feria y gremio privado que reúne a otras librerías y editoriales conocidas como Crisol, Planeta, Penguin Random House, etc.
Arturo cuenta que pasó una entrevista veloz, luego lo llamaron por teléfono y le dijeron que había conseguido el puesto. El día del contrato, fue citado a una oficina en Miraflores. No pudo ni preguntar ni negociar el salario y tampoco pensar si le convenía porque la empresa solo quería que firmara el contrato y se vaya. Necesitaba el trabajo y aceptó.
“Nos hicieron firmar un contrato como locadores, y por ende teníamos mucho menos derechos (laborales)”, comenta Arturo.
Arturo señala que dentro de las irregularidades y maltratos en la FIL, la deshidratación es un factor grave. “Trabajar más de 12 horas de pie requiere de una alta hidratación para no sufrir mareos/desmayos. En ningún momento se aseguraron de que tengamos el agua y tiempo disponible para hidratarnos”, indica.
En la entrevista le dijeron que iban a tener intervalos de 15 minutos de descanso, pero nunca se cumplieron.
En el stand tenían un bidón de agua, pero Arturo comenta que algunos días estaba vacío, ellos reclamaban y les decían que lo llenarían al día siguiente. Pagaban S/ 5 por hora, aunque habían libreros a los que les pagaban menos. Comprar una botella de agua era gastar casi la mitad de lo que ganaban a diario.
Arturo seguía quejándose de esa falta y Lancom le respondió: “el agua no está por contrato”.
Por otro parte, Arturo cuenta que previamente al inicio de la FIL, “no habían baños, teníamos que aguantar hasta el límite y salir a pedir baño afuera o consumir algo para que nos den baño”.
Y cuando ya habían baños, seguía el maltrato porque “si llegabas al predio en la mañana y necesitabas ir primero al baño, te ponían tardanza, esas tardanzas las usaban luego para descontar el salario”, según Arturo.
Además de ello, Arturo señala que Lancom les daba dos panes sin nada dentro como “refrigerio”. “Entiendo que no están en la obligación de darnos nada, pero eso era insultante. Eso demuestra los valores que tienen respecto a sus empleados”.
La seguridad poco o nada importaba en la FIL. “A una compañera le han robado a la salida dos veces en una semana. Salíamos a las diez y tanto de la noche.
Los domingos se complicaba mucho el regreso, sobre todo si vivías lejos. Los colectivos ya no pasaban y el Metropolitano ya estaba por cerrar”, cuenta. A eso hay que agregar los robos que sufrieron libreros y visitantes en la feria.
Arturo considera que el pago era una miseria, a pesar de que varios de sus compañeros eran personas preparadas en literatura o eran autodidactas que sabían mucho del sector.
Debido a sus cuestionamientos, Lancom lo retiró intempestivamente, pero de una manera en particular. Le dijeron que habían citado a sus colegas a la oficina para una supuesta reunión, pero todo era un engaño, lo habían citado sólo a él. Y le exigieron que no vaya a la feria.
Le pagaron, pero con todos los gastos en almuerzos y pasajes, Arturo afirma que la ganancia no es la que figura en el contrato.
Después de ‘despedirlo’, Lancom les ordenó a sus compañeros que no hablen entre ellos, “los separaban para que no estén chismoseando, me pareció una medida muy atrasada, muy autoritaria, pero bueno, son así estas empresas”, explica Arturo.
Arturo y sus colegas habían logrado alcanzar la meta de ventas propuesta. “Conseguimos trabajar muy bien en equipo, vendimos muy bien”. A pesar de ello, él y sus compañeros no se sintieron valorados.
“Todo por no ser más considerados con sus trabajadores. De nuestro desempeño dependen sus ventas”, apunta.
El día que lo echaron, le dijeron que querían terminar la relación laboral en buenos términos porque de esa manera lo recomendarían a otras librerías. “Claramente fue un chantaje porque yo siempre defendí mis derechos”, afirma.
Arturo espera que el Ministerio de Trabajo o la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil) se pronuncien respecto a las denuncias laborales de libreros y libreras de la FIL. “Espero que hagan las inspecciones y que multen a quienes deban multar para que no se vuelva a repetir en años siguientes”, agrega.
Libreros y libreras señalan que no solo es una librería o editorial, sino todo un sistema de explotación en la industria del libro, tolerado por autoridades del Gobierno y del sector.
Sobre la Cámara Peruana del Libro (CPL), Arturo indica que deberían hacerse responsables de las denuncias. “Me parece indignante que tanto políticos como organizadores se lleven aplausos por permitir que funcione la feria del libro de esa manera”, comenta.
—Actualización—
A partir de la publicación de esta historia, recibimos más denuncias laborales de libreros y libreras que participaron en la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL).
Aquí algunos testimonios:
“El sueldo no era suficiente para todo lo que se hace”
«Mi hermano trabajó varias veces en la FIL, no podía ir al baño, no había dónde pueda almorzar».
«Vi a una trabajadora de un stand comiendo en el suelo entre libros»
«Escuché cómo le negaron el permiso a una chica que preguntó si ya podía ir a almorzar y eran casi las 5 p. m.»
«Hace 6 años trabajé en la FIL. Una pena que siga la explotación laboral a jóvenes estudiantes. Incluso una compañera se enfermó por aguantarse mucho la orina».
Si quieres realizar una denuncia anónima sobre este caso, puedes escribirnos a mataperrea@gmail.com
Apuntes:
-El testimonio de Winston es una recopilación de varias denuncias de trabajadores de librerías de la FIL-Lima.
Texto: Jair Sarmiento Aquino
Edición: Carolina Morales Esteban
Fotografía: Jair Sarmiento Aquino
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Saludos y abrazos.
8 respuestas a «FIL, la pesadilla laboral de quienes te venden libros»
Lamentable todo lo descrito. Por cierto, saben por qué deshabilitaron la venta de entradas por internet? No tiene mucho sentido ya que la venta es normal en boletería pero ahora con colas larguísimas.
La necesidad humana siempre será cómplice de esos miserables.
La Sunafil debería intervenir en todo tipo de trabajo, ya que su función es garantizar que se cumplan las condiciones necesarias para el buen desarrollo laboral de los trabajadores, y que es responsabilidad de las empresas el implementarlos.
Bien
llegas a las 10 am promedio y en teoría sales a las 10 pm, si son dinámicos y los jefes apoyan el cierre, no contemos los problemas y tiempos de transporte (ya son 12h x menos del mínimo).
Los feriados no se pagan como corresponden (3 sueldos).
Si, todos se pusieron de acuerdo para un jornal de 60 soles(todo a subido), cuando en la última estaba en 80 o 90 líquidos aparte del menú de 15 soles.
El mejor equipado y pagado, coordinado eran los de Radom House que por todo el proceso sacaban 2000 soles y en la última feria les bajaron a 1500 y cargaron chamba de almacén al final de feria.
Varias veces el contratista no tenía operativos sus baños a la 11 que es cuando ya está abierto, pero exigue que tú abras a esa hora o foto de los chacales de seguridad (este año más brutos de lo habitual) ¿y los que preparamos los Stands desde la 10?
Si yo te alquilo un espacio, dispongo de su uso hasta que se vence el alquiler, yo sabré si abro más tarde o cierro temprano
Terrible lo que sucede.
Esto es explotación descarada, gracias Mataperrea por traernos una nueve historia, para que andemos mas al tanto de la realidad.
[…] [reportaje sobre explotación en la FIL-2022] […]
[…] Sobre las denuncias de explotación veasé aquí. […]